Los
dos hijos de un labrador vivían siempre discutiendo. Se peleaban por cualquier
motivo, como quién iba a manejar el arado, quién sembraría, y así como todo.
Cada vez que había una riña, ellos dejaban de hablarse. La concordia parecía
algo imposible entre los dos. Eran testarudos, orgullosos y para su padre le
suponía una dificultad mejorar estos sentimientos. Fue entonces que decidió
darles una lección
Para
poner un fin a esta situación, el labrador les llamó y les pidió que se fueran
al bosque y les tajeran un manojo de leña. Los chicos obedecieron a su padre y
una vez en el bosque empezaron a competir para ver quién recogía más leños. Y
otra pelea se armó. Cuando cumplieron la tarea, se fueron hacia su padre que
les dijo:
Ahora, junten todos las varas, las amarren muy
fuerte con una cuerda y veamos quién es el más fuerte de los dos. Tendrán que
romper todas las varas al mismo tiempo
Y
así lo intentaron los dos chicos. Pero a pesar de todos sus esfuerzos, no lo
consiguieron. Entonces deshizo el haz y les dio las varas una a una; los hijos
las rompieron fácilmente
¡Se dan cuenta! les dijo el padre. Si vosotros
permanecen unidos como el haz de varas, serán invencibles ante la adversidad;
pero si están divididos serán vencidos uno a uno con facilidad.
Cuando estamos
unidos, somos más fuertes y resistentes, y nadie podrá hacernos daño
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