El
docente puede o no tener vocación de educador, puede contentarse con transmitir
conocimientos. Puede vivir de su docencia puede comerciar con ella. No así
el educador, quien siembra semillas que deberá fructificar a su tiempo, para
convertirse en normas de vida y en caminos de libertad. El educador en su
quehacer diario tiene el deber de estimular, configurar y ser modelo que
imitar.
A
pesar de lo planteado, no se puede obviar que se está en una época de
deshumanización donde los valores éticos entre profesores y estudiantes se han
perdido, debido a que el docente solamente se interesa por
dar información y descuida el crecimiento personal
Han
planteado que la sociedad demanda con más Fuerza a las
Universidades, la formación de profesionales competentes; del mismo modo, la
calidad en la formación del profesional depende no sólo de los
conocimientos y habilidades que desarrolle en el currìculum universitario
sino también de los intereses y valores que regulan su actuación profesional.
Ante
esta realidad, cuando el docente como persona y educador, se percata de la
gran misión que tiene entre sus manos, la educación adquiere una
nueva connotación y el docente se considera con una misión a cumplir
Esta
manera de ver la educación, está enmarcada en una normativa, cuyo conocimiento
se supone, en quien está inmerso en una verdadera formación docente, ya que las
leyes, normas contienen en sí misma la filosofía que sustenta al
sistema educativo y determinan los valores éticos que configuran el perfil
deseado.
Frases:
Para saber si alguien tiene ética, no hay que preguntarle por su carné, sino
por su comportamiento
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